Piloteando el liderazgo educativo: Lecciones de vuelo
Pilotando el aula: Claves para un liderazgo educativo que inspira

Durante años tuve miedo a volar. Empezó en el año 2010, cuando trabajaba como consultora para Cambridge y debía volar casi todas las semanas. Al principio, me sudaban las manos cuando despegaba el avión. No era un miedo irracional, era la sensación de no tener el control. Estar en un avión es confiar por completo en otros. Estás completamente en manos de alguien más, y eso puede ser desconcertante.
Con el tiempo, aprendí a calmarme y a respirar. A reconocer que, aunque no estaba en la cabina, podía confiar en quienes sí lo estaban. Y más aún, que la tarea del piloto no es tener todo bajo control, sino aprender a gestionar las variables, prever lo inesperado, y tomar decisiones con claridad, incluso en medio de la turbulencia. Ahora, después de tantos años en roles de liderazgo, concluyo que liderar se siente como algo muy parecido a eso. Somos pilotos.
El liderazgo como pilotaje: Un reto de Stewardship con un impacto enorme
En muchas instituciones educativas, el liderazgo sigue viéndose como un ejercicio técnico: se gestiona presupuesto, se monitorean resultados, se programan reuniones. Pero si observamos de cerca, liderar en el sector educativo se parece más a pilotear un avión que a ejecutar un plan de vuelo perfectamente trazado.
Un piloto despega con un plan claro para llevar a su tripulación y pasajeros del punto A al punto B, pero en el trayecto pueden surgir tormentas, turbulencias, rutas cerradas, bandadas de pájaros, fallas mecánicas o incidentes a bordo. Lo mismo ocurre en la educación: iniciamos el año con metas claras, pero aparecen nuevas políticas, crisis de todo tipo, situaciones con estudiantes y padres de familia, o tensiones en el equipo docente y administrativo.
En aviación, esto se conoce como Stewardship: no sólo volar el avión, sino tener la responsabilidad y el cuidado por todo lo que ocurre en él. La seguridad de la tripulación y los pasajeros, la gestión de recursos, el clima emocional, el uso eficiente del tiempo y la toma de decisiones en tiempo real. En educación, liderar también es asumir ese tipo de cuidado: con el equipo docente, con las familias, con los procesos pedagógicos y con el impacto profundo que tenemos sobre las vidas de estudiantes.
Dos posibles rutas de liderazgo: Trabajar para inspirar a otros o enfurecerlos
Adam Galinsky, psicólogo norteamericano, lo explica en su libro “Inspire: The Universal Path for Leading Yourself and Others” (2025) con una comparación poderosa: la diferencia entre dos líderes famosos, enfrentados a situaciones críticas: Tammy Jo Shults, la recordada piloto de Southwest Airlines, y Francesco Schettino, el capitán del crucero Costa Concordia.
En el año 2018, Shults, expiloto de la Marina estadounidense, logró aterrizar de emergencia un Boeing 737 con un motor averiado en la ruta Nueva York – Dallas, salvando cientos de vidas. Su comunicación fue serena, su capacidad de respuesta impecable; un claro ejemplo de liderazgo inspirador.
Por su parte, el capitán Schettino, a cargo del crucero Costa Concordia que naufragó frente a la isla italiana de Giglio en 2012, abandonó el barco que comandaba cuando encalló, dejando atrás a su tripulación y a los pasajeros. Su falta de verdadero liderazgo enfureció a todos, y resultó en la pérdida de 32 vidas.
Esta diferencia entre lo “inspirador” y lo “enfurecedor” no es anecdótica. En la educación también se experimenta a diario. ¿Cómo respondemos como líderes cuando surge una crisis? ¿Estamos presentes, comunicamos con claridad, y contenemos al equipo? ¿O desaparecemos, culpamos a otros, y evadimos la responsabilidad?
Los líderes inspiradores no tienen todas las respuestas, pero sí tienen presencia, propósito y calma. Pilotean con humanidad.

Liderar con un propósito noble: Un plan de vuelo claro y compartido por todos
Un buen piloto no despega sin saber a dónde va. Lo mismo sucede en el liderazgo. En tiempos de transformación profunda, tener un propósito claro es más que una inspiración: es una necesidad estratégica.
Como bien señala el Foro Económico Mundial (2024), el liderazgo del futuro necesita norte, y ese norte no puede definirse sólo en términos institucionales. “El propósito implica un sentido de dirección personal y una contribución social”, como plantea el sociólogo americano Corey Keyes (2024). En educación, liderar con propósito es saber que nuestra tarea no se agota en indicadores de cobertura o calidad, sino que apunta a transformar vidas, abrir posibilidades y formar ciudadanos conscientes y con una visión global.
El propósito también es lo que nos permite mantener el rumbo en momentos difíciles. Cuando hay que tomar decisiones incómodas, cuando el clima institucional se complica, cuando los recursos escasean, es esa brújula la que orienta nuestras acciones.
Calma en la turbulencia: El poder de una mentalidad de resiliencia estratégica
Volar no siempre es cómodo. Hay turbulencias que no se pueden evitar, y no todos los pasajeros responden igual. En la educación, hay ciclos intensos, años complejos, cambios abruptos, pero lo que distingue a los buenos líderes es su capacidad de adaptarse, sostenerse y tomar decisiones con serenidad.
La resiliencia en ejercicios de liderazgo no significa endurecerse. Significa aprender a leer el entorno, reconocer los propios límites, buscar apoyo y mantener la estabilidad emocional para contener al equipo. Es entender que una buena gestión emocional no es un lujo, sino una condición para liderar mejor.
En mi trabajo acompañando líderes educativos en distintos países, he visto que aquellos que se dan el permiso de cuidarse, que establecen rituales de reflexión y que cultivan redes de apoyo, son quienes logran sostener el rumbo, incluso cuando el vuelo se vuelve difícil. Como dice Jairo Salazar, coordinador de preescolar y primaria del Gimnasio Colombo Británico, colegio en Guaymaral, Colombia: “Liderar en educación, es trazar un plan de vuelo en conjunto, compartido y valorado con la convicción de que, al alcanzar el destino, también se habrá aprendido a volar diferente y a disfrutar el vuelo con sus turbulencias y sus recompensas”.
Instrumentalizar la información: Pasar de liderar con intuición a liderar con datos
Un piloto no se guía sólo por lo que ven sus ojos: también confía en los instrumentos de su aeronave. Es clave tener esa mirada en el contexto educativo. Un liderazgo maduro no se basa sólo en corazonadas, se apoya en datos, retroalimentación y evidencias. Medimos nuestras metas y nuestra gestión, analizamos el progreso de los estudiantes, abrimos caminos para escuchar al equipo y a la comunidad y le tomamos la temperatura al clima escolar. Y con toda esa información, ajustamos el rumbo.
Liderar con datos implica tomar decisiones más informadas, pero también tener el coraje de revisar nuestros supuestos, reconocer errores y corregir sobre la marcha. No hay liderazgo sin humildad.
Equipos preparados: El desarrollo y el bienestar de la tripulación importan
Una aerolínea puede tener el mejor avión del mundo, pero si su tripulación no está capacitada, motivada y coordinada, el vuelo puede terminar muy mal. En las instituciones educativas pasa lo mismo.
Los líderes deben invertir en desarrollar a sus equipos. Esta no es una tarea que deba delegarse a Recursos Humanos. Como bien afirma el autor español Álvaro González-Alorda (2020): “Desarrollar a los equipos no es una tarea que pueda tercerizarse: es una responsabilidad directa del líder”. Formar, acompañar, reconocer, dar retroalimentación, y cuidar el bienestar… todo esto es parte esencial del liderazgo.
Los líderes que fomentan el aprendizaje continuo, no sólo en sus equipos sino en sí mismos, abren la puerta a transformaciones sostenibles y reconocen que el liderazgo es un camino de crecimiento permanente.
Además, los líderes deben generar condiciones de confianza, seguridad psicológica y participación. Cuando un equipo siente que puede hablar, proponer, equivocarse y aprender, los resultados se potencian enormemente.
El humor, la Autenticidad y la Empatía: Atributos esenciales del Liderazgo Humano
Por último, no olvidemos que en un vuelo también importa el tono del capitán, su voz, su manera de comunicar. El humor reduce el estrés, mejora la comunicación y fortalece los vínculos. La autenticidad también juega un papel esencial. Los líderes que se muestran honestos y se abren a ser vulnerables, generan mayores conexiones con sus equipos.
A la par de estos dos atributos, la empatía se convierte en un instrumento fundamental. Escuchar, comprender, conectar. Hoy más que nunca, necesitamos liderazgos con corazón, porque sólo desde esa humanidad podemos sostener el trabajo en comunidad; incluso cuando el clima institucional se pone difícil.
El psicólogo americano Daniel Goleman (2025) afirma que los líderes que dominan competencias emocionales como la empatía, la autoconciencia emocional y la gestión de conflictos pueden ejercer un liderazgo inspirador y fomentar un ambiente de trabajo positivo, lo que significa mejoras importantes en la productividad, eficiencia y relaciones interpersonales dentro de un equipo. Por el contrario, los líderes con pocas de estas competencias tienden a un estilo más coercitivo, con resultados menos favorables a largo plazo.
Una invitación especial: Liderar desde la cabina y desde los pasillos
Nuestros colegios son como aviones. Están diseñados sobre una estructura sólida de valores que da forma a su fuselaje. Cuentan con sistemas internos que gestionan recursos logísticos y financieros para mantener la operación en marcha. En la cabina de mando, el equipo directivo traza el rumbo, guiado por instrumentos como los datos, la visión institucional y el propósito compartido. A bordo viajan estudiantes, docentes, familias, personal administrativo y de apoyo: todos son parte esencial del vuelo educativo.
El trayecto, como en toda operación aérea, no está exento de turbulencias. A veces el clima institucional se complica, aparecen tormentas inesperadas o hay que rediseñar la ruta sobre la marcha, pero el destino sigue siendo claro: el desarrollo integral de cada estudiante. Liderar en educación hoy es, más que nunca, un acto de coraje. Se necesita visión para trazar el rumbo, preparación técnica para pilotar con seguridad y una mirada humana para cuidar a quienes van a bordo. Y aunque surjan fallas o desvíos, siempre tendremos brújulas confiables, como el propósito, y redes de apoyo que fortalecen cada decisión.
Desde Multiply, la firma de consultoría en liderazgo y cultura organizacional que dirijo, trabajamos con líderes que, como Tammy Jo Shults, inspiran desde su claridad, humanidad y determinación. Porque sabemos que el liderazgo educativo puede transformar instituciones, sí, pero, sobre todo, transforma vidas.
Así que, si estás en la cabina, si lideras una institución educativa, recuerda esto: no se trata de tener todo bajo control. Se trata de saber leer los instrumentos, cuidar a tu tripulación y a tus pasajeros, y mantener el rumbo, incluso cuando el cielo se nubla. Y si lo haces con propósito, autenticidad y valentía, el impacto que dejarás será tan alto como el vuelo que piloteas.
Referencias:
Foro Económico Mundial. https://es.weforum.org/stories/2024/11/liderazgo-para-el-presente-construir-sobre-el-pasado-para-crear-un-futuro-mejor/
Galinsky, A (2025). “Inspire: The Universal Path for Leading Yourself and Others”. Harper Collins.
Goleman, D (2025). “Las 12 competencias de la inteligencia emocional: Building Blocks”. Ediciones B.
Gonzalez-Alorda, A. (2020). “Cabeza, corazón y manos: un viaje de transformación”. Planeta.
Keyes, C. (2024). “Languishing: how to feel alive again in a world that wears you down”. First edition. Crown.




