Pedagogía

¿Cómo se construye el estudiante del nivel secundario? Aportes desde la gestión

Un fantasma recorre la escuela: el fantasma de la desresponsabilización pedagógica. La escuela asiste invariantemente a un proceso en cascada, una verdadera fuga hacia abajo en lo que refiere a la responsabilidad por sobre la enseñanza. Este fenómeno se extiende en escuelas públicas y privadas; confesionales o laicas que atiendan a sectores socioeconómicos altos o bajos. Incluso es posible de ser oído en más de una oportunidad en una misma institución sobre los colegas que trabajan con niños y jóvenes más pequeños a solo unos metros de distancia. Este proceso suele tener su continuidad a lo largo de toda la escolarización obligatoria y también en la Universidad. Uno podría pensar que el nivel inicial quedaría exento de esta maldición, pero, como el dispositivo no falla; la culpa/responsabilidad aquí se les asigna a las familias.

¿Cuáles son los mecanismos por los cuales la escuela se presenta como un ente descoordinado y fragmentario? ¿En qué medida esta concepción sobre la tarea de enseñar trae consecuencias sobre los aprendizajes de los estudiantes?

Este ejercicio requiere realizar algunas aclaraciones preliminares: ¿es necesario establecer criterios y consensos sobre los contenidos incorporados al finalizar un ciclo o nivel? Sin duda alguna y con seguridad, como vienen demostrando diversos informes y estadísticas, la escuela argentina enfrenta un problema serio en torno a ello. No obstante nos interesa pensar aquí cuáles son los fundamentos por los cuales la enseñanza de esta manera se presenta como un servicio rápidamente identificable en su extensión y provisión y no como un derecho que requiere la intervención activa de múltiples actores interesados en ello. De este modo, parece que existe una preeminencia de largo aliento en la escuela para poder identificar y comunicar todo lo que no se sabe, todo lo que no se pudo; es decir una vocación por el déficit. Desde otro lugar se podría plantear un efectivo reconocimiento por sobre el camino de aprendizaje que los estudiantes experimentaron en torno a propuestas de lectura y escrituras, inmersión en problemáticas sociales relevantes u otras.

Por otro lado, estas expresiones funcionan como un aliciente sobre las responsabilidades que, quienes trabajamos con estudiantes atravesamos. Bajo esta línea argumental todo lo que uno debería realizar y proponer queda, al menos, condicionado por todo lo que no hicieron quienes nos antecedieron.

Por otra parte, cabe pensar en qué medida es necesaria abrazar la idea que, el acompañamiento de las trayectorias de los estudiantes es una responsabilidad de todos lo que forman parte de una institución y en un escenario donde las regulaciones escolares, por caso el régimen académico, tienden a presentar propuestas al menos más comprensivas, las iniciativas de enseñanza y apoyo que los colegio puedan construir deberán ser cada vez más creativas y sui generis

Si bien este fenómeno presenta distintas aristas, advertimos que hay una serie de supuestos que horadan la posibilidad de construir una propuesta pedagógica institucional coherente y responsable. Estamos hablando de la presunción tácita de que todos nos estamos encargando de algo de lo cual efectivamente nadie se está encargando. Así como se suele oir en más de una oportunidad “todo el tiempo están siendo evaluados”; cabría preguntarse cómo se delimita la responsabilidad, por caso, de dotar a los alumnos ingresantes a la escuela secundaria de una serie de aptitudes y competencias que los hagan sentir parte de una comunidad intelectual.

Estamos haciendo referencia a una serie de saberes altamente demandados para transitar de manera holgada la escuela secundaria y que difícilmente sean enseñados de manera sistemática y delimitada al ingresar. La construcción del estudiante de la escuela secundaria implica necesariamente una disponibilidad para el estudio, la indagación y el pensamiento crítico.

En ese marco, nos interesa aquí poder compartir algunas reflexiones sobre una experiencia piloto que venimos realizando una escuela secundaria privada de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Argentina), la cual surgió a partir de la pregunta: ¿Quién se encarga de enseñarle a los alumnos de la escuela secundaria a ser alumnos de la escuela secundaria?

Este trabajo demandó varias cuestiones: la pregunta inicial, eminentemente práctica, tomó la institución y se reconfiguran (¿de qué otro modo podría ser?) en función de las condiciones institucionales, los docentes disponibles y los requerimientos jurisdiccionales a cumplir.

Nos propusimos entonces diseñar e implementar tres espacios de trabajo dentro de distintas asignaturas. Contando con la carga horaria de las materias de matemática y lengua, diseñamos en la primera el espacio IPC (Introducción al pensamiento complejo) el cual se montaba sobre actividades asistemáticas que la docente a cargo realizar en torno a pensamiento lateral a partir de problemas. De esta forma la profesora encontró el modo de trabajar esta aptitud de manera semana y con una dificultad creciente. Algunos de los aciertos que este espacio encontró es la posibilidad de trabajar de manera “posible” en torno a la diversidad de rendimiento de los estudiantes así como de brindarle mayor protagonismo a éstos a partir del rol de facilitadores de los docentes.

En lo que refiere a lengua, organizamos un espacio denominado “Laboratorio de escritura” el cual brindó a los estudiantes instancias inmersión en la planificación e implementación de exposiciones orales, así como la confección de textos no literarios. Probablemente en este espacio como en ningún otro se advirtió con claridad los saberes que se demandas enfáticamente( “no pueden sostener la oralidad”, “no se saben expresar”, “mirá cómo escriben”) y que pueden ser enseñados de manera vivencial.

Por último, buscando incorporar estrategias didácticas valiosas, reorganizamos la propuesta curricular de formación ética y ciudadana a partir de estudios de caso. De esta manera, los temas y conceptos que los estudiantes deben abordar no se aprender de manera fragmentaria sino que se van “descubriendo” a partir de una porción recortada de la realidad social que sea relevante para ilustrar determinado fenómeno social.

Si bien la propuesta está en plena implementación, nos permitimos compartir algunas reflexiones: el trabajo de gestión en la escuela es inacabable, allí radica su maldición y una oportunidad invaluable. La escuela tal como la conocemos, no deja de ser tierra fértil para la experimentación pedagógica al servicio de la mejora. Esto no puede ser llevado a cabo sin consideración del trabajo colectivo, la disputa por el sentido de la práctica y los acuerdos institucionales.

Por otro lado, avizoramos que las propuestas que procuran “tirar el agua con el niño” están condenadas al fracaso y que es necesario recuperar posiciones y prácticas previas con miras al futuro. Pasado y futuro y para una tarea que tenga sentido hoy.

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Gamal Jorge

Maestro(ENS Nº4), Profesor y Licenciado en Ciencias de la Educación(UBA),Especialista en Gestión y Evaluación de las Instituciones Educativas y Maestrando en Gestión y Evaluación de la Educación(UNTREF).Actualmente se desempeña como director de estudios de un colegio en CABA.

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