Liderar e inspirar equipos en contextos de transformación
Explorando el vínculo entre liderazgo, creatividad y transformación educativa
La pandemia del COVID 19 ha puesto de manifiesto de manera dramática e inesperada la necesidad de reconfigurar y transformar la escuela frente a los retos del confinamiento.
Al respecto, Romero, C. (2022) advierte:
“No es posible saber cómo terminaremos procesando esta crisis, si quedará como huella traumática de una catástrofe que se irá olvidando con el tiempo, o como aprendizaje genuino capaz de transformar antiguas visiones y prácticas. Está abierta la oportunidad para que la experiencia vivida permita construir mejores escuelas y liderazgos educativos más potentes, pero esto implica hacer el esfuerzo adicional de una reflexión sistemática para identificar las luces y las sombras y construir aprendizajes para el cambio y la mejora”. (p. 151)
Frente a esta realidad resulta fundamental entonces, reflexionar sobre el tipo de liderazgo que mejor se adapte a estas trasformaciones.
En las últimas décadas, el liderazgo en el ámbito educativo ha evolucionado desde modelos jerárquicos hacia enfoques más colaborativos y participativos. En esta línea pasar de un liderazgo transformacional a uno distribuido podría ser un camino posible a la hora de crear y participar en redes de interacción, dentro y fuera de las escuelas.
Ajustando algunos conceptos
Se entiende por liderazgo transformacional al tipo de liderazgo centrado únicamente en la figura del director. Entre las características de este líder se encuentran el carisma y la inspiración, además de promover el trabajo en equipo y generar consensos dentro de la comunidad.
El liderazgo distribuido desplaza el foco desde un liderazgo centralizado en la figura del directivo hacia una perspectiva en la que múltiples actores asumen responsabilidades de liderazgo en función de sus competencias y según los momentos. Como sostienen Harris et al (2028), «el liderazgo distribuido no implica una asignación equitativa de responsabilidades, sino que se orienta a promover prácticas colaborativas y a facultar a los distintos miembros de la organización para ejercer el liderazgo en función de su experiencia y conocimientos específicos» (p. 5). Este enfoque promueve la profesionalización docente, la construcción de comunidades profesionales de aprendizaje y una cultura institucional basada en la cooperación, la confianza y el desarrollo compartido.
Bajo este marco conceptual, la tarea principal del director consiste en desarrollar la capacidad de liderazgo en los demás, promoviendo el talento y la motivación de todo el equipo.
Tintoré et al. (2023) consideran que el liderazgo distribuido, aplicado por los directivos en sus escuelas, les permite conocer mejor a sus docentes, descubrir sus talentos, promover su capacitación para profesionalizarlos, compartir el conocimiento, crear ambientes psicológicamente seguros, construir y compartir recursos comunes y colaborar. Por tanto, tal como señalan los autores mencionados, es necesario que los equipos directivos adopten un enfoque de liderazgo distribuido, ya que cuando los docentes y las familias perciben confianza, dedicación y apoyo por parte de éstos, se incrementa su disposición a participar y ejercer el liderazgo en sus respectivas esferas de influencia, como el aula y el hogar.
Un verdadero líder al servicio de su equipo entiende que su mayor logro no es sólo alcanzar metas, sino inspirar el crecimiento de las personas que lo rodean. Busca, con intención y empatía, crear espacios donde cada miembro descubra su potencial, desarrolle sus talentos y transforme su trabajo en un camino de crecimiento personal y profesional.
Por todo esto, un liderazgo distribuido puede ser el mejor faro para inspirar equipos creativos capaces de generar ideas innovadoras y valiosas que colaboren a la transformación de las escuelas.
Creatividad y pensamiento creativo
Según Alencar et al (2017) la creatividad es una competencia básica que permite generar ideas originales e innovadoras a situaciones cotidianas que no necesariamente tienen que ser un problema. Veamos un ejemplo: un docente de literatura en lugar de proponer un tipo de evaluación tradicional les propone a sus estudiantes la elaboración de un podcast narrativo. Esta actitud no responde directamente a un problema, sino que introduce una forma novedosa de evaluar.
En cambio, el pensamiento creativo es un proceso mental fundamental para resolver problemas, generar ideas y ver las cosas desde distintas perspectivas. En otras palabras, es cómo se aplica la creatividad en situaciones concretas. Siguiendo con nuestro ejemplo: el docente de literatura al observar un bajo rendimiento y poca motivación en los exámenes propuestos plantea a sus estudiantes realizar un podcast narrativo para que pongan en juego otras habilidades como las comunicativas orales y digitales. Acá sí la actitud del docente pretende dar respuesta a una problemática específica.
Hecha esta aclaración, podemos afirmar que los líderes educativos y docentes están incorporando, frente a los cambios, nuevas formas creativas del hacer pedagógico, buscando así también, nuevas formas de imaginar la educación (Harris y Jones, 2021).
La promoción de la creatividad y el pensamiento creativo en los equipos docentes emerge como una necesidad fundamental para impulsar ideas, propuestas innovadoras y soluciones, en consonancia con los principios del liderazgo distribuido.
En este contexto de transformaciones profundas, la pregunta sería, ¿cómo promover la creatividad y el pensamiento creativo en los equipos?
En primer lugar, consiguiendo que los problemas y necesidades de la escuela se entiendan como desafíos que pueden ser afrontados y superados con los talentos y capacidades de cada uno, creativamente.
En los actuales contextos educativos es importante entender que el riesgo, la duda, la incertidumbre, el conflicto y el desacuerdo son excelentes fuentes de aprendizaje para desarrollar un pensamiento creativo. Por ello, se vuelve imprescindible, desde los liderazgos, promover la capacidad de generar ideas nuevas y útiles que respondan a desafíos complejos y cambiantes. Esta habilidad no surge de manera aislada, sino que requiere entornos colaborativos, confianza mutua y espacios donde se valore la experimentación y el pensamiento divergente (Craft, 2005).
Esto nos invita a una reflexión: bajo este marco conceptual, el líder educativo ha de considerar la necesidad de conectar con los talentosde los docentes, salir de los convencionalismos, dar libertad para explorar, proponer, inventar, testear, fallar, compartir y aprender juntos. Habilita espacios donde la creatividad pueda emerger, consolidarse y orientarse hacia la transformación educativa. Es, en definitiva, dar rienda suelta a la creatividad de las personas para aprovechar su espontaneidad, ofreciéndoles confianza y pasión por ser creativos y alternativos, en la búsqueda de mejores prácticas pedagógicas que atiendan las necesidades y las problemáticas del alumnado, que es responsabilidad de todos.
Esta perspectiva del liderazgo distribuido supone una profunda redefinición del rol directivo, pues pasa a ser un agente de cambio que aprovecha las competencias de los integrantes de la comunidad en torno a una misión en común. Claro está que el desafío no es menor, porque esta mirada también exige un profundo cambio en la cultura institucional y del sistema educativo. Al respecto Murillo Torrecilla J. (2006) expresa, “Parece claro que esta propuesta, extremadamente provocativa y sugerente, aún está muy lejos de ser una realidad en los centros educativos.” (pag.20).
En la misma línea que plantea el autor mencionado, es posible que al leer estas páginas, el lector perciba la distancia que separa a su institución de la propuesta aquí planteada. Es una percepción comprensible: la realidad cotidiana y las urgencias inmediatas muchas veces relegan la posibilidad de planificar transformaciones más profundas. Sin embargo, ahí radica precisamente la fuerza de esta propuesta: en su potencia para despertar una reflexión crítica y abrir caminos posibles hacia un futuro de contornos difusos. Más que una utopía inalcanzable, puede entenderse como una visión movilizadora, que invita a explorar nuevas formas para dar los primeros pasos hacia el
cambio. La manera en que cada comunidad educativa asuma este desafío dependerá de su contexto, sus trayectorias y las interpretaciones que se configuren al interior de ella.
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Referencias bibliográficas:
Alencar, Eunice M. L., Soriano de, Fleith, Denise de Souza, & Pereira, Nielsen. (2017).
Creativity in higher education: challenges and facilitating factors. Temas em Psicologia,25(2), 553-561. https://dx.doi.org/10.9788/TP2017.2-09
Craft, A. (2005). Creativity in schools: Tensions and dilemmas. Routledge. https://doi.org/10.4324/9780203357965
Harris, A. (2008). Distributed leadership: According to the evidence. Journal of Educational Administration, 46(2), 172-188. https://doi.org/10.1108/09578230810863253
Murillo Torrecilla, J. (2006). Una dirección escolar para el cambio: del liderazgo transformacional al liderazgo distribuido. EnREICE Revista Iberoamericana sobre Calidad Eficacia y Cambio en Educación · https://doi.org/10.15366/reice2006.4.4.002
Romero, C. (2022). En A. Bolívar, G. Muñoz, J. Weinstein y J. Domingo (Coords.), Liderazgo educativo en tiempos de crisis (pp. 131-148). Universidad de Granada.
Tintoré, M., López-Messeguer, R., Ardura, D. y Galán, A. (2023). Percepciones de
directivos escolares en centros de contextos desfavorecidos sobre el liderazgo y la organización escolar. Aula Abierta, 52(1) 33-42. https://doi.org/10.17811/rifie.52.1.2023.33-42




