Educación

Cambiar la Escuela. Una mirada utópica con los pies en la Tierra.

Al pensar solamente en la posibilidad de ”soñar una Escuela”, se generan en mí infinitas ideas y pensamientos que inmediatamente necesitan un anclaje posible en nuestra realidad.

Considero que los factores transformadores y necesarios para aproximarme a su concreción son la REFLEXIÓN y el trabajo COLABORATIVO.

Es fundamental impulsar una Escuela basada en la reflexión compartida sobre la práctica y en la elaboración de conocimientos sobre su cometido profesional a través de la investigación; todo ello, con la intención de devolver a la educación la ilusión de la utopía, bastante olvidada últimamente.

El concepto del maestro como profesional reflexivo reconoce la riqueza que encierran las prácticas de los buenos docentes. La reflexión supone también reconocer que el proceso de aprender a enseñar se prolonga durante toda la carrera docente.

El maestro reflexivo, en su radio de acción deberá adquirir el compromiso de colaborar con sus colegas  para que éstos interioricen la disposición y la habilidad para perfeccionarse en el transcurso del tiempo, y se comprometan a responsabilizarse en su propio desarrollo profesional.

Los que no reflexionan sobre su tarea, aceptan, con frecuencia de manera acrítica la realidad cotidiana de sus Escuelas, perdiendo de vista los objetivos y fines hacia los que se dirige su trabajo. Por el contrario, buscaremos docentes que contagien, que busquen despertar la acción que supone una consideración activa, persistente y cuidadosa de toda creencia o práctica a la luz de los fundamentos que la sostienen y de las consecuencias a las que conduce.

Se trata de una forma de afrontar y responder a los problemas, una manera de ser como maestro. La acción reflexiva constituye también un proceso más amplio que el de la solución lógica y racional de problemas. Implica intuición, emoción, pasión y cuestionamiento permanente.

Para ello son necesarias tres actitudes; en primer lugar la apertura intelectual, implica el deseo activo de atender a más de un punto de vista, a prestar plena atención a las posibilidades alternativas, y a reconocer la posibilidad de errores y trabajar en ellos. Los maestros reflexivos examinan de manera constante los fundamentos que subyacen a lo que se toma como natural y correcto, y se preocupan por descubrir pruebas contradictorias, se preguntan constantemente por qué hacen lo que hacen. En segundo lugar, la actitud de responsabilidad, supone una consideración cuidadosa de las consecuencias a las que conduce la acción. Los maestros responsables reflexionan trascendiendo las cuestiones de utilidad inmediata para observar de qué manera funciona y para quién. La tercer actitud es la sinceridad, alude a que la apertura intelectual y la responsabilidad deben constituir elementos fundamentales de la vida de maestro reflexivo, e implica que se responsabilicen de su propio aprendizaje.

Muchas veces se señalan ciertos impedimentos para llevar adelante esta acción reflexiva, se manifiestan críticas acerca de que la reflexión constituya un objetivo poco realista en los maestros:  que las aulas son ambientes con un ritmo vertiginoso e imprevisible en el que los docentes toman decisiones espontáneas continuamente; que existen numerosas limitaciones institucionales como la falta de tiempo, entre otras.

Es obvio que no se podría reflexionar sobre todo y durante todo el tiempo, y que una postura por completo contemplativa no es adecuada ni posible; es necesario un equilibrio entre reflexión y rutina, entre pensamiento y acción.

Además del conocimiento en la acción que acumulamos con el tiempo, los maestros creamos constantemente conocimientos a medida que pensamos nuestro ejercicio docente cotidiano. Allí, adquiere un enorme valor la reflexión conjunta con el compañero, con el colega, donde juntos critiquen y desarrollen sus propias teorías prácticas, cuando reflexionan- juntos y por separado- en y sobre su ejercicio docente.

En síntesis, los maestros, somos responsables de la formación integral de los niños, la Escuela tiene adquiridos unos compromisos con la sociedad que son inexcusables, es un vehículo de transmisión de valores humanos y sociales.

La Escuela socializa, democratiza y libera; socializa porque es compartida, democratiza porque respeta y enseña a respetar, y libera porque culturiza.

Estos compromisos tan básicos y elementales de la educación deben estar bien “enraizados” y sustentados por maestros que piensan seriamente sus prácticas, se comprometen y trabajan codo a codo, compartiendo y potenciándose CON otros y EN otros.

Hola 👋
Un placer conocerte.

Regístrate gratis para recibir toda la información sobre eventos educativos, cursos, noticias y recursos para educadores.

¡No enviamos spam! Lee nuestra política de privacidad para más información.

Mostrar más

María Eugenia Viera

María Eugenia Viera es Mag. en Educación con énfasis en Gestión y liderazgo en centros educativos. Postgrado en Gestión y Liderazgo. Postgrado en Comunicación Organizacional. Maestra.

Publicaciones relacionadas

Deja un comentario

Botón volver arriba