¿Cómo pensar la escuela del siglo XXI?
El presente es un momento de cambios repentinos, inconsistencia de las instituciones tradicionales, volatilidad de los vínculos, incertidumbre del futuro… Todo parece modificarse de manera acelerada y las certezas que antes se tenían, hoy ya no se conciben. En medio de esta vorágine de replanteos y transformaciones nos preguntamos cuál es el valor de la escuela.
La escolarización es un derecho fundamental e histórico de los niños/as, jóvenes y adolescentes de nuestro país. Se reglamentó en leyes como la número 1.420 o la número 26.026 como también en la Constitución Nacional. El fundamento de estas legislaciones era la de garantizar que toda la población acceda a una educación de calidad sin que esto se relacione con las posibilidades económicas o culturales de cada familia, disminuir las brechas sociales e incluir a los ciudadanos en el sistema social. La escuela fue la principal institución que colaboró en formar la identidad argentina vinculándose con la posibilidad de brindar herramientas para crear una realidad más justa, democrática, responsable, reflexiva y comprometida. Estas características originales fueron perdiendo presencia debido a políticas educativas segmentadas, poca inversión estatal, fragmentación del sistema, modificación de los anhelos e ideales sociales como así también por la pérdida de interés en considerar la escuela como posibilidad de ascenso social o mejora en la calidad de vida. Finalmente, en Argentina, se abandonó la política que daba prioridad a la escuela pública y se reemplazó por la creación de distintos circuitos educativos, según el nivel adquisitivo. La consecuencia fue que la dicha institución perdió el lugar del que todos/as formaban parte sin distinciones de ningún tipo.
En la escuela, la ciudadanía adquiría conocimientos académicos especificados en diseños curriculares como también habilidades sociales y emocionales funcionando como el espacio primordial para ejercitar la sociabilización. Los estudiantes conocían otras realidad y posibilidades, otros puntos de vistas. En la actualidad, esto se ve en jaque ya que en el presente se obtiene la información mediante plataformas virtuales o recursos digitales. Se destaca que estos no proporcionan sentido crítico ni habilidades de reflexión para discernir o corroborar si el resultado arrojado es verídico o cuenta con el respaldo académico adecuado. Frente a esta situación, la escuela debe incorporar los recursos tecnológicos al ámbito educativo de manera que beneficien a la multiplicidad de saberes propuestos y aumenten las herramientas que ofrece la escolaridad.
Un problema que la escuela debe enfrentar es que se concibe como un espacio de protección y contención de las infancias. Muchas veces, en situaciones de vulnerabilidad o injusticias, la escuela funciona como intermediaria para revertirlas o modificarlas poniendo en juego herramientas legales que tiene a su disposición. Esto ha traído la consecuencia de que la institución escolar se ‘’ inunde y rebalse’’ de responsabilidades diversas. Ya no se ocupa primordialmente del plano educativo sino también incide en lo familiar, en la salud, lo jurídico, lo social, lo económico, entre otros.
Respecto al rol docente, éste ha sufrido una importante transformación. En el siglo pasado permitía que muchas mujeres tuvieran independencia económica y contaran con respeto social y orgullo personal. Hoy en día, la profesión se encuentra desvalorizada y menospreciada. Existe una preocupación sistemática de cubrir cargos vacantes. Los maestros y maestras se encuentra con la realidad de salarios miserable, responsabilidades inabarcables y tensiones laborales.
Por todo lo dicho, y por otras tantas cuestiones, la escuela está en crisis. Los cambios sociales, económicos y tecnológicos exigen modificaciones que la institución escolar evade. El valor que la sociedad le da a la educación y al conocimiento formal es cada vez menor ¿Esto significa que la escuela ya no sirve? No. La escuela, tal y como la conocemos, debe cambiar y para eso se deben de tomar decisiones al respecto. No para hacer ‘’borrón y cuenta nueva’’ sino para considerar la experiencia histórica, con sus aciertos y errores, y replantear otra posible. Habrá́ que dejar de lado las tradiciones arraigadas ya obsoletas para dar lugar a la innovación y transformación educativa. Revalorizar los aciertos y modificar las debilidades y falencias.
Debemos mirar hacia el futuro de manera crítica, responsable, comprometida y esperanzada para proponer una escuela que se aleje de los dogmas, las recetas conocidas y las tradiciones instituidas descontextualizadas. De esta forma, se generarán espacios de construcción colaborativa entre los miembros de la comunidad educativa y se podrá́ explorar la diversidad de posibilidades para implementar. A partir del debate democrático, es posible proponer una escuela que revalorice el valor social con el que se fundó́ así́ como también sus lineamientos en cuanto a la justicia, la democracia y la formación académica con el objetivo de ajustarlos al contexto actual, y de cara al futuro, de modo que vuelva a ser un motivo de orgullo y anhelo de la ciudadanía ser parte de la Escuela Pública Argentina.


