Debate educativo

El derrumbe silencioso de la educación en Argentina

En el siglo XIX, Argentina tomó una decisión clave para su futuro: garantizar la educación para todos. La Ley 1420, sancionada en 1884, marcó un antes y un después en la historia del país al establecer la educación primaria obligatoria, gratuita y laica. En un contexto de consolidación del Estado Nacional y de afianzamiento de la identidad argentina, esta ley buscaba no solo alfabetizar a la población, sino también inculcar valores cívicos y fortalecer el sentido de pertenencia a la nación.

Gracias a esta política, Argentina logró erradicar el analfabetismo y se convirtió en un modelo educativo en América Latina. El acceso a la educación permitió que amplios sectores de la sociedad vieran en la escuela una herramienta de movilidad social. Las primeras generaciones de inmigrantes encontraron en la educación una vía para la integración y el progreso, consolidando un modelo que fue reconocido internacionalmente.

Lentamente, pero sin pausa, la educación primaria se expandió y alcanzó a sectores sociales cada vez más amplios. Con el paso del tiempo, el desafío pasó a ser la educación secundaria. Durante la década de 1940, en medio de transformaciones políticas y sociales impulsadas por el gobierno peronista, el Estado Nacional amplió la cobertura del nivel medio a través de la creación de escuelas comerciales y técnicas en todo el territorio.

La educación era vista como un pilar fundamental para el desarrollo económico y la movilidad social. A medida que la industrialización avanzaba, el país necesitaba mano de obra calificada, lo que impulsó la creación de escuelas técnicas y la implementación de planes de estudio que respondieran a las necesidades productivas de la época. La educación pasaba a para convertirse en una estrategia de crecimiento nacional.

En este mismo período, se implementaron propuestas en turnos vespertinos y nocturnos para aquellos que no podían acceder a la educación diurna, ya sea por cuestiones laborales o por haber abandonado previamente sus estudios. Esta modalidad permitió que miles de trabajadores pudieran completar su educación secundaria mientras mantenían sus empleos, algo que fortaleció el tejido social y la formación de ciudadanos con mayores oportunidades de empleo.

No obstante, los documentos oficiales de la época ya alertaban sobre una problemática persistente: la caída de la matrícula a partir del segundo año de secundaria. De cada 100 niños que terminaban la primaria, solo 60 ingresaban al nivel medio, y de estos, apenas 30 lograban graduarse. Este fenómeno tenía múltiples causas, desde la necesidad de muchos jóvenes de incorporarse al mundo laboral hasta la falta de infraestructura escolar en algunas regiones del país.

Un sistema que expulsa a los estudiantes

Las décadas y los gobiernos de distinto color y orientación transcurrieron. Sin embargo, las estadísticas siguen siendo alarmantes. A pesar de los esfuerzos de sucesivas administraciones gubernamentales, el abandono escolar sigue siendo una constante. En la actualidad, la deserción escolar no solo está relacionada con factores socioeconómicos, sino también con problemas de calidad educativa y falta de incentivos para que los estudiantes permanezcan en el sistema.

A lo largo del siglo XX y las primeras décadas del XXI, se han impulsado diversas reformas con la intención de mejorar la retención y calidad educativa, pero muchas de ellas fueron interrumpidas sin una evaluación adecuada de su impacto, como ocurrió en las décadas de 1960, 1970 y 1990. Esto ha generado una sensación de inestabilidad en el sistema, donde las reformas parecen responder más a coyunturas políticas que a planes a largo plazo.

Para contrarrestar el problema, en los últimos años el Estado nacional en acuerdo con los estados provinciales ha impulsado una serie de reformas que buscan facilitar la permanencia de los estudiantes en el sistema. Entre ellas se destacan la recuperación e intensificación de contenidos en períodos reducidos, la eliminación de repitencias, la flexibilización de las inasistencias y la implementación de clases híbridas.

Sin embargo, estas medidas han sido criticadas por algunos sectores, que advierten sobre el riesgo de vaciar de contenido la educación y devaluar los títulos. La eliminación de la repitencia, por ejemplo, ha sido cuestionada por su impacto en los niveles de aprendizaje y la falta de mecanismos claros de evaluación. Además, la educación híbrida, aunque prometedora en términos de acceso, ha mostrado dificultades en su implementación debido a la falta de conectividad en muchas regiones del país.

¿Educación sin esfuerzo?

Bajo el lema de «priorizar saberes significativos y aprendizajes potentes», las reformas actuales han minimizado el papel de la memorización y la evaluación rigurosa. La tendencia a flexibilizar los contenidos responde a una intención de modernizar la enseñanza, pero muchos docentes y especialistas advierten que esto puede generar una falta de profundidad en el aprendizaje.

Ahora, los alumnos pueden avanzar de año sin haber alcanzado los conocimientos básicos y sin siquiera haber asistido a todas las clases. Esta política busca evitar la frustración y el abandono escolar, pero al mismo tiempo plantea interrogantes sobre la calidad educativa y la preparación de los futuros egresados para enfrentar el mundo laboral o continuar estudios superiores.

En paralelo, se han implementado enfoques interdisciplinarios y metodologías basadas en proyectos para captar el interés de los estudiantes. Sin embargo, sin una estructura clara y sin docentes adecuadamente capacitados, muchas de estas iniciativas han derivado en un aprendizaje fragmentado y superficial.

La pregunta es inevitable: ¿se está formando ciudadanos preparados para el futuro o se está condenando a una generación al desconocimiento? ¿Es posible encontrar un equilibrio entre una educación inclusiva y una formación de excelencia?

Un futuro incierto

Argentina supo ser un faro educativo en la región, pero hoy su sistema parece colapsar bajo el peso de la falta de planificación y la urgencia de soluciones rápidas. Mientras tanto, miles de jóvenes ven diluirse su derecho a una educación de excelencia y con ello, su posibilidad de un futuro mejor.

La información es poder. Pero, ¿quién ejercerá el poder en un país donde las nuevas generaciones están siendo privadas del conocimiento? Si la educación pierde su rigor y profundidad, ¿qué futuro le espera a la sociedad argentina en las próximas décadas?

Hola 👋
Un placer conocerte.

Regístrate gratis para recibir toda la información sobre eventos educativos, cursos, noticias y recursos para educadores.

¡No enviamos spam! Lee nuestra política de privacidad para más información.

Mostrar más

Deja un comentario

Botón volver arriba