Gestión

¿Qué va a necesitar mi equipo y no me va a pedir? Sabemos qué pero ¿sabemos cómo hacerlo?

El delicado arte de liderar la escuela que deseamos ser

Ahora que lo peor parece haber pasado, se nos abren nuevos interrogantes: ¿Nuestro modelo de organización está preparado para ser una escuela flexible?, ¿Cómo serán los nuevos vínculos para conectar con los aprendizajes?, ¿Cómo pensamos la escuela que viene y que ya está aquí?¿Qué tipo de liderazgo nos permitirá llegar a la escuela que deseamos ser?. Los equipos directivos somos conscientes de la transformación necesaria pero… ¿Por dónde y cómo empezar?

Si sos directivo, coordinador, representante legal o docente en una escuela seguro que las preguntas de este  título han resonado muchas veces en tu cabeza.

Y  podría decirte, como reza la canción, “ a mí me pasa. lo mismo que a usted…”

Nos han atravesado dos ciclos lectivos en los que por primera vez en siglos, estamos frente a una de las más auténticas transformaciones educativas.

No estamos frente a una reforma más de las muchas que hemos visto y vivido, esto es otra cosa.

Quienes hoy estamos al frente de la gestión de una escuela o de un aula, somos protagonistas de un cambio que más que una innovación o una reforma  es una transformación. Definitivamente, nos toca estar en el momento preciso y en el lugar adecuado.

La visión de tu escuela, de la mía, aquello que creas necesario modificar  será clave para llevar adelante esa transformación. Lo que cambie en tu escuela desde su realidad, ayudará a que los aprendizajes también cambien.

Ahora bien: tenemos claro que en estos dos años hemos avanzado y no estamos en el mismo sitio, ni gestionamos la misma escuela del 2019. Nos hemos movido de ese lugar, de las ideas que teníamos en ese momento e incluso, probablemente, hasta de los proyectos que pensábamos en ese entonces. Estamos corridos de ese lugar, pero entonces..¿hacia dónde nos movemos con todo lo que hoy tenemos?

 Es tiempo de rumbos, de decidir hacia dónde queremos ir siendo conscientes de la cultura institucional que tenemos.

Es tiempo de reflexionar y actuar sobre aquellas cosas que sí o sí necesitamos cambiar en nuestra organización escolar. 

Es tiempo  de planes flexibles. En esta nueva era extraña, incierta,  compleja y muy  veloz es mejor tener claro hacia adónde queremos ir que el plan que trazamos para llegar. Los planes pueden verse modificados por las circunstancias, en cambio tener claridad en el rumbo hará que esas mismas circunstancias puedan rodearse, atravesarse y entonces avanzar.

Quienes lideramos las escuelas sabemos – o al menos intuímos – que estamos obligados a hacer un STOP, a detenernos y reescribir el sentido de muchas de las cosas que hacemos, a pensar ese nuevo rumbo a tomar.

Es un stop necesario que en algún momento hay que hacerlo si no lo hemos hecho ya. Debemos parar, levantar la cabeza y visualizar e imaginar más allá del hoy, la escuela que deseamos a partir de la escuela que tenemos. 

Para empezar a lograrlo deberemos preguntarnos “¿Qué va a necesitar mi equipo pero no me va a pedir?”. Pensar en ese equipo es pensar en los docentes, en los estudiantes y en las familias de nuestra comunidad educativa. Ellos son nuestro equipo y probablemente aún no tengan claro qué necesitan para pensarse en el futuro. Nuestro equipo necesitará que les mostremos el rumbo, hacia adónde vamos y entender para qué y por qué innovamos.

Es tiempo de tomar decisiones basadas en reflexiones y valores y poner las ideas en acción. Es momento de desafíos…

Muchas veces, los desafíos se resuelven rápidamente desde la experiencia, desde el conocimiento o desde las habilidades personales pero en ocasiones como esta es necesario desarrollar una gran capacidad de adaptación, de anticipación, de visión, de talento para tender redes entre directivos, entre docentes, con las familias; es decir, conectar con otros. No podemos ser los únicos que pretendamos conocer el rumbo. El camino se construirá con la colaboración de todos.

Esto nos obligará a establecer un nuevo punto de partida en el que existen al menos ocho elementos clave que conforman un entorno de aprendizaje y que no podemos dejar de reestructurar:

  • La manera en que entendemos el liderazgo: que además de ser horizontal y flexible sea puente para conectar las necesidades de la institución y las ideas de innovación con los docentes, los estudiantes y las familias. Ese puente somos nosotros mismos.
  • El sentido del tecnoaprendizaje: que la tecnología, con sentido pedagógico, le permita a los estudiantes y docentes apropiarse de las herramientas digitales y de la comunicación y de la información que circula por ellas para crear, gestionar, integrar, evaluar y desempeñarse consciente y éticamente en la sociedad. No se trata de sumar plataformas educativas o computadoras únicamente, sino apostar a desarrollar en quienes la utilicen una actitud digital responsable, humana e integral.
  • El ambiente: que existan espacios flexibles dentro y fuera del aula donde el aprendizaje suceda. Que la escuela sea en sí misma un ambiente de aprendizaje y que en ese ambiente se desarrolle un lenguaje de comunidad.
  • Las metodologías activas: que se promuevan todas aquellas metodologías que recuperen y reconstruyan capacidades, que permitan la construcción de conocimiento colaborativo, que se centre en los estudiantes. No se trata de saber qué, sino también saber cómo.
  • La planificación de experiencias de aprendizaje: que no estén centradas en una secuencia de unidades aisladas, analógicas (unidad 1, unidad 2, etc) y anacrónicas sino generando conexiones dentro y fuera de la disciplina. Que en ellas, el contenido sea vehículo para desarrollar habilidades y valores donde se puedan aprender conocimientos de diferente índole que le den sentido integral a ese aprendizaje.
  • La  evaluación formadora continua: en la que los estudiantes tengan acceso a una retroalimentación que le permita descubrir el error y aprender. Que el error sea parte del aprendizaje. Que el docente lo guíe para que él mismo sea protagonista en ese proceso evaluador.
  • El autoconocimiento y la educación emocional: es un aprendizaje fundamental para  que docentes y estudiantes aprendan a reconocer sus emociones y puedan gestionarlas. De este modo, a través de vínculos sanos pueden darse aprendizajes genuinos y ayudaremos a formar personas íntegras en valores, habilidades y conocimientos.
  • El Proyecto Vital del alumno: que sepamos nosotros, nuestros docentes, los estudiantes y sus familias qué proyecto de persona aspiramos a formar, a ayudar a desarrollar y acompañar a lo largo de su trayectoria escolar porque, finalmente, la gran innovación está en el desarrollo del “ SER”  HUMANO.

Si como líderes, logramos no perder de vista estos aspectos seremos como los navegantes que para no perder el rumbo se guían con las estrellas, la luna, el viento o las corrientes marinas y  así avanzaremos a paso firme y seguro hacia la escuela que deseamos tener. 

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Verónica Irabedra

Magíster Internacional en Gestión Universitaria - Directora Pedagógica en Grilli Canning College - Capacitadora y Conferencista en Fundación Grilli

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