Docentes

La brevedad de la cultura contemporánea exige redefinir la labor docente

Los docentes debemos perderle el miedo a la brevedad. Estamos muy acostumbrados a diseñar actividades con plazos extensos, ¿quién no sintió – alguna vez – que la clase no alcanzó para abordar los temas con la profundidad esperada? O, por el contrario, que calculó mal los materiales y que tuvo que estirar un asunto para llegar al final de alguna forma. La administración precisa del tiempo es, probablemente, una de las competencias más necesarias de la profesión. Pero quizás nunca tuvo tanta relevancia como en los últimos años, porque lo seguimos midiendo en una escala que ya no es contemporánea.  Quizás debamos abandonar las clases medidas en horas y evaluar alternativas que se resuelvan en plazos más breves.

Si no somos capaces de reconfigurar nuestra relación con la extensión, ya sea de los materiales, de los cursos o de los encuentros presenciales, iremos perdiendo con mayor facilidad la atención de los estudiantes. Y no es muy complicado de advertir: basta con reconocer los espacios digitales que habitan, sus modos de vinculación con los contenidos, su permanente migración entre plataformas, los cambios a los que están sujetos: un hashtag, un meme o un video de TIK Tok no están creados para perdurar, sin embargo, su impacto es poderoso.

Las nuevas generaciones no están de acuerdo acerca de la relación entre extensión y valor de la formulación. De ninguna forma suponen que si algo dura mucho es de calidad, profundo y significativo. Por el contrario, sospechan que, si un mensaje carece de edición, la faltan méritos para suscitar interés. Sienten, acaso, que no está listo para darse a conocer. Como si fuese una comida en proceso, o una canción por la mitad. Por eso nos cuesta tanto acomodarnos a las condiciones contemporáneas. Aquello que para nosotros tiene la condición de apto para ellos es lo contrario, la totalidad les produce rechazo porque consideran que les falta el recorte y el sentido que debe elaborarse para hacerlo consumible, y para nosotros aquello que es breve nos parece incompleto.

Una referencia valiosa para comprender estas diferencias en la percepción del tiempo y en las maneras en que se validan los contenidos, es la obra de Scolari titulada “Cultura Snack” (2020), allí el autor señala que:

 Los contenidos breves de la cultura snack, a menudos despreciados y ninguneados (…), también ponen en evidencia las relaciones entre la gente y las cosas del mundo. Un mensaje de WhatsApp, una microficción, un videoclip, o un spoiler pueden revelar conexiones ocultas y decir mucho de fenómenos muy grandes. El aleteo de un tuit puede provocar un tornado en Nasdaq. (P.16).

Se vuelve indispensable revisar nuestra percepción de la realidad, de los conceptos y metodologías con las que nos valemos para gestionar nuestra labor docente. Si nuestros estudiantes están habituados a desempeñarse como prosumidores (Jenkins, 2008) dentro de un orden comunicacional volátil, efímero y multimedial, es lógico que el sistema escolar (en cualquiera de sus niveles y modalidades) les suministre más angustias que goces.  Estamos insertos en una sociedad del ocio intersticial (Igarza, 2009) y eso supone admitir que todos los procesos significantes se han acelerado. Tal vez por ese motivo el desencuentro entre la educación y las prácticas comunicacionales sea tan evidente. Acaso el Paréntesis de Gutenberg, propuesto en 2011 por Pettitt, que indica que estamos ingresando en una era que se caracteriza por la decadencia del paradigma de la imprenta (es decir, de la cultura letrada) y estamos ingresando, gracias al apogeo de Internet, en una segunda oralidad.

Estamos, como se puede apreciar, ante un desencuentro cultural enorme, más allá de los diferentes diagnósticos que puedan realizarse y de las previsiones (negativas o positivas) que puedan formularse. La cultura prefigurativa es más que una hipótesis de Mead (1977), debemos aceptar que las transformaciones a las que estamos asistiendo superan nuestra capacidad de comprensión y requieren, por lo tanto, la asistencia de la juventud. Para los educadores la velocidad es un enemigo, para las nuevas generaciones es una condición de existencia. Y luchar contra ella no nos proporcionará más que disgustos: no adaptarnos a las nuevas condiciones no retrasa su predomino, sólo nos vuelve obsoletos en un lapso más breve.

 Hay una frase que se le atribuye a Voltaire y que resulta esclarecedora: “el secreto de aburrir a la gente consiste en decirlo todo”. Más allá de la veracidad de la fuente y del contexto en que haya podido mencionarse (en épocas de fake news masivas, todo debe citarse con sumo cuidado), debemos aceptar que en el aula solemos comportarnos de un modo menos contemporáneo que en la calle: ¿o acaso nadie usa el acelerador de mensajes de WhatsApp, o no se entretiene con videos cortos en las redes sociales? Por lo tanto, nadie está tan fuera de estas reglas que no pueda comprenderlas, aunque no les agrade.

La cuestión estriba en aceptar que nuestro rol docente necesita cambiar, es decir, debemos comportarnos en el aula como lo hacemos en la calle, en nuestra vida privada: aprovechamos los avances tecnológicos y tratamos de que sean funcionales a nuestras necesidades. El desafío es trasladar esa actitud a la escuela y en asumir que hemos estado equivocados en un principio rector de nuestras rutinas: es más difícil decir lo importante, que ser exhaustivos. Un tuit bien escrito requiere más talento y esfuerzo que una larga explicación de un manual.

Sin embargo, si seguimos considerando que un material es valioso cuando tiene mucho texto, porque desarrolla las ideas y porque se acerca a nuestro modelo de sabiduría, seguiremos entorpeciendo el diálogo los estudiantes. Es decir, persistiendo en una tesitura que sólo los prodiga la amarga certeza de la inutilidad de nuestra labor.

Bibliografía citada

Jenkins, H. (2008). Cultura de convergencia. Paidós.

Igarza, R. (2009). Burbujas de ocio: nuevas formas de consumo cultural. La Crujía.

Mead, M. (1977) Cultura y Compromiso. Granica.

Scolari, C. (2020). Cultura snack. La Marca.

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Luis Sujatovich

Profesor Universidad Siglo 21| Kennedy | UDE | Formación docente | Investigador en Educación

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