La formación docente requiere nuevas habilidades
En Argentina el Nivel Superior está comprendido según la Ley 24521 (Decreto 268/95), por instituciones de formación superior, sean universitarias o no universitarias, nacionales, provinciales o municipales, tanto estatales como privadas. Instituciones de educación superior no universitaria, sean de formación docente, humanística, social, técnico-profesional o artística, y por instituciones de educación universitaria, que comprende universidades e institutos universitarios. Una ley que está desactualizada.
Es sabido que tenemos profesores que fueron formados con programas del Siglo XX, en instituciones que nacieron en el Siglo XIX y en ellas hay estudiantes del Siglo XXI. Y tenemos una ley de 1995, programas obsoletos, prácticas docentes en viejos paradigmas.
Debemos formar a nuestros egresados en las habilidades del Siglo XXI: alfabetizaciones básicas (lecto escritura, algebra, informática, financiera, cultura cívica), competencias (pensamiento crítico, creatividad, comunicación, colaboración), cualidades (curiosidad, iniciativa, persistencia, adaptabilidad, liderazgo, sensibilidad social y cultural) aprendizaje para la vida: saberes socialmente productivos.
Se habla mucho, y en diversos ámbitos, que se deben desarrollar HABILIDADES BLANDAS asociadas al comportamiento de la persona, su desempeño social, liderazgo y manejo emocional y en HABILIDADES DURAS relacionadas a las TAREAS. Estas competencias no tienen un espacio específico en la grilla horaria, pero es una realidad que no puede negarse.
Todavía hoy, no están consolidadas las herramientas para evaluar las habilidades de la misma forma en que sí lo están las evaluaciones que tenemos para las disciplinas.
Ofrecer espacios para el desarrollo de habilidades dentro del aula implica ubicar al estudiante como protagonista del proceso de enseñanza y aprendizaje.
Si bien la profesionalización docente dota a las personas del conocimiento académico para convertirse en profesor, se espera también que el individuo se interese por fortalecer sus capacidades y actitudes hacia la enseñanza, porque ésta es una habilidad que es multidimensional.
Una investigación identificó tres grandes desafíos para la formación docente inicial: el trabajo de habilidades socioemocionales para el desarrollo profesional, la necesidad de potenciar el uso responsable de las TICs y la concientización de aspectos relativos a la diversidad e inclusión en las aulas.
Pensando en un listado de habilidades que deben desarrollarse en nuestros estudiantes, inmediatamente se piensa en que sus docentes deben estar capacitados para fomentarlas.
Actualmente se hace hincapié en el desarrollo de las habilidades socioemocionales, es decir, el conjunto de conductas aprendidas que nacen de la relación con otras personas y que determinan cómo ajustamos la comunicación con las emociones y sentimientos.
Los investigadores hablan de 20 habilidades: la empatía, autocontrol, asertividad, autoconocimiento, resolución de conflictos, resiliencia, colaboración, iniciativa, perseverancia, conciencia social, inteligencia emocional, autogestión, responsabilidad, compasión, liderazgo, gestión del tiempo, adaptabilidad, organización, pensamiento crítico, sensibilidad cultural.
El fomento de estas en las instituciones educativas requiere de un docente parado en otro paradigma y para ello se requiere de un conjunta de normas que actualicen la formación docente inicial.
La formación de maestros y profesores requiere que las instituciones formadoras asuman dos tipos de tareas centrales: la primera e ineludible consiste en construir una visión del sentido de la educación y del papel que los docentes juegan en ella; la segunda, igualmente sustantiva, consiste en la identificación de las competencias profesionales que es necesario desarrollar a través de la formación docente, estructurando la formación inicial y articulando los diferentes modos del quehacer docente en la formación continua.
Pensar en la construcción de competencias profesionales durante la formación inicial del futuro docente es una opción que implica una fuerte reconsideración del diseño de las propuestas de enseñanza que se desarrollen en los distintos espacios curriculares del plan de estudios y en la evaluación que se realice en cada uno de ellos. Es decir, determina otras maneras de encarar el planeamiento y el desarrollo de los procesos educativos, así como el seguimiento de sus resultados o impactos.
Para cerrar, invito a reflexionar sobre aquellos saberes que son propios del quehacer docente y determinantes para el desarrollo de las competencias: el docente debe saber qué enseñar, debe saber y conocer a quién enseñar ,el para qué, debe sentir la necesidad de estar siempre actualizado, debe saber producir conocimiento didáctico, y esas habilidades socioemocionales que necesita enseñar a sus alumnos.