Los directores no somos omnipotentes, pero tampoco somos impotentes…
Las múltiples demandas a la gestión escolar

La carrera docente está llena de gratos momentos y hermosas experiencias. No obstante también tiene sinsabores que tocan atravesar.
Como docentes muchas veces nos toca ser formados para una escuela que luego en la realidad no existe. Nos toca actuar en una escuela con múltiples desafíos y ambigüedades que desde la formación no podíamos apreciar.
Y si hablamos de llegar a escalar uno de los más altos peldaños en nuestro escalafón, como vicedirectores o directores de un centro escolar, allí la formación además de estar muchas veces alejada de la realidad, resulta en la mayoría de los casos escasa e insuficiente.
Ser parte de la gestión escolar es, como lo señalan varios autores, intervenir por lo menos en cuatro dimensiones: la política, la administrativa, la pedagógica y la socio-comunitaria. Cada una de ellas con sus múltiples responsabilidades y desafíos. En donde constantemente tenemos que tomar decisiones, anhelando que sean las mejores, para no caer en el ojo del huracán. Porque somos la cabeza visible, y a muchos, aunque nos cueste admitirlo, les encanta ver esas cabezas rodar.
La sociedad demanda cada vez más de nuestra labor, y de nosotros como personas y en nuestro rol. Nos piden ser empáticos, resilientes, asertivos, creativos, innovadores, expertos, líderes transformadores, asesores embajadores, gestores, administradores, mediadores, motivadores, visionarios, emprendedores, garantes de la paz, y cuántas cosas más.
Y si bien, la experiencia demuestra que a la larga podemos llegar a conciliar muchas de esas demandas, mientras tanto, en el proceso de aprender a dirigir un centro escolar, la carga de omnipotencia que pesa sobre nosotros nos desgasta y no nos permite rendir de la mejor manera.
Es necesario sumarle a esto la soledad en la que está inmersa la gestión escolar. Si bien puede haber muy buenos equipos de gestión, e incluso círculos o redes de directivos para apoyarse, llega un momento en que nos sentimos solos, hasta abandonados, por un sistema que impone cargas pero que no acompaña ni forma o capacita como corresponde.
Considero que es tiempo de replantearnos todo esto. Se necesitan directivos de excelencia en nuestras instituciones educativas, pero también se necesita un sistema que los acompañe y respalde de verdad. Un sistema en donde prime lo humano por sobre la burocracia. En donde la formación sea continua, permanente y situada. En donde el cargo, frente a la gran responsabilidad que ostenta, sea realmente reconocido y valorado, desde lo social, pero también desde lo económico y material.
Los directores no somos omnipotentes, también tenemos nuestras flaquezas, debilidades y necesidades. Pero con un sistema que acompañe nos podremos sentir cada vez más fortalecidos y con ganas de transformar verdaderamente la educación por el bien de cada estudiante al cual nos toca acompañar.
Con todo esto no pretendo ser un pesimista, al contrario, escribo desde la esperanza de que la realidad puede cambiar. Por ello, parafraseando a Freire, recalco que tener esperanza no implica negar la adversidad a la cual nos enfrentamos. La desesperanza está presente, pero no nos debemos quedar en la “dulce espera” del estatuo quo. Sino, en cambio, debemos convencernos de que la esperanza activa puede mucho más. No somos omnipotentes, pero tampoco somos impotentes, al contrario, vigor, fuerza y poder es lo que nos sobra, por eso estamos dispuestos a hacer lo mejor que podemos con los recursos que tenemos e incluso, como siempre sucede, hacemos un poco más, la famosa “milla extra”. Y nos desvelamos y trabajamos arduamente para que todo marche mejor.
Espacios como los de REDIE, ayudan justamente a que me nuestra labor sea aún más potente, porque trabajamos con otros y sumamos herramientas, generando así esa sinergia tan necesaria para la gestión. Desde estos lugares trabajamos para ser más competentes y crecer cada día en lo personal y profesional, pero sobre todas las cosas viendo crecer a nuestras comunidades educativas.